Sergio echa el cierre a la persiana. Son las 20:05 horas y por
fin vuelve a casa. Se va lleno de grasa de la cocina y cabizbajo...sabe que
mañana se debe levantar temprano y abrir nuevamente el restaurante. Está cansado
de ver pasar las horas sin clientes, se ha cansado de la monotonía de luchar
contra la desesperación y la impaciencia de ver que, tras muchos años de pelea
diaria por llevar dinero a casa, el negocio empieza a no ser rentable porque
los clientes ya no entran asiduamente como antes.
Llega a casa, no tiene ganas de cenar. Sigue dándole vueltas
a la cabeza, pensando que puede hacer para salir de esta situación tan
asfixiante. Tres hijos en edad de estudio, hipoteca... Su mujer trabaja a media
jornada para ocuparse de los niños, pues él trabaja todo el día. Cualquier ingreso
en casa es poco para lo que necesitan, en su intento de llegar a final de mes.
Sergio tiene un restaurante en un polígono industrial, “a
fuego lento”. Famoso por hacer la mejor comida de la zona. Hace años madrugaba
y se partía la espalda en el negocio como hoy, pero el negocio respondía dando
beneficios. Cientos de empleados de las empresas del polígono saciaban sus
hambrientos estómagos con el buen yantar que Sergio les ofrecía. Sin embargo,
desde hace cerca de 2 años el polígono no es ni la sombra de lo que fue. Las calles
del mismo, se parecen más a las de una ciudad fantasma que a las de un centro
de trabajo, donde se concentran cientos de empresas.
De esas empresas, apenas quedan en pie cerca de cien. De los
miles de trabajadores que llegaban de madrugada al polígono, apenas siguen
madrugando unos centenares. Varios miles de empleados fueron despedidos como
perros, tras años de total dedicación a su empresa. Los que quedaron, madrugan angustiados
con la idea de que cualquier día pueden ser ellos los siguientes.
Carlos, Lucas, Manolo, Marta, su tocayo Sergio...muchos de
ellos ya no se acercan por su restaurante. La mayoría han sido despedidos y los
pocos que siguen trabajando, no se pueden permitir comer en el “a fuego lento”
porque les han bajado el sueldo dos veces y tienen que hacer números
constantemente para llegar a mediados de mes.
Palabras como Hipoteca, reforma laboral, rescate, bancos o Alemania
están en la boca de los pocos que toman café de buena mañana o se comen las
lentejas que ese día tiene Sergio en el menú. En el “a fuego lento” las risas,
los gritos y las propinas, han sido sustituidos por caras largas, silencio y Tupper
acompañado por un botellín de cerveza.
Sus clientes han sufrido recortes de sueldos, sus
proveedores han subido precios porque a ellos les cuesta más el gasóleo de las
maquinarias y Sergio, tiene que ajustar precios para que el negocio, aunque ya
no es rentable, no se convierta en un lastre económico para sus bolsillos.
Sergio está completamente indefenso antes cualquier percance
que le obligara a coger la baja. Esa palabra no existe en el lenguaje de los
autónomos y más, cuando no puedes pagar las cuotas desde hace meses.
Sus hijos revoloteando a su alrededor, mientras Sergio no
sabe muy bien donde está. Escucha los gritos, la tele, a su mujer...pero el
tiempo se ha parado. Sergio está agotado del día a día de los últimos 3 años,
porque todo son quebraderos de cabeza. Se levanta del sofá, apura la cerveza y
se acuesta en la cama. Son las 22 horas y mañana le espera un largo, pesado y
poco fructífero día de trabajo.
La historia de Sergio es un ejemplo pero como él, hay
millones de españoles que tienen un trabajo (afortunado diría alguno), el
trabajo es ya una auténtica pesadilla para ellos, pero su desesperación les
lleva a aferrarse a él como la última esperanza de sus vidas completamente
derrumbadas.
Todos esos millones de españoles “afortunados” que son castigados
por políticos, banqueros y empresarios con la teoría del “victim Blaming”,
tienen que ver como el estado ayuda económicamente con dinero público, a los
mismos bancos que han cerrado el grifo para sus pequeñas y medianas empresas. Las
mismas entidades que no perdonan un céntimo de los préstamos e hipotecas de las
personas de las que sale el dinero del rescate y que las deshaucian sin remordimiento alguno.
Esos españoles ven como ustedes siguen viviendo a todo tren
con coches oficiales o dietas de 1.900€ para los que supuestamente no tienen vivienda
en Madrid, a pesar de que gente como Montoro la cobra y sin embargo, declara poseer
tres en esa ciudad.
Ni que decir tiene los otros 6 millones de españoles
parados, de los que no habíamos hablado aun y que no encuentran trabajo, a
pesar de que ustedes insisten en decir que “el que no trabaja es porque no
quiere”.
La vida en este país, para los “afortunados” y los parados
que no tenemos la fortuna de ser millonarios ni políticos, se ha convertido en una
auténtica penitencia en vida así que al menos, señores políticos, tengan la decencia de no volver a
decirnos que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Basta ya de
maltratarnos psicológicamente con mentiras burdas que ya llueven sobre mojado.
La gente está apunto del colapso así que, lo menos que se les puede exigir es que estén a nuestro lado arrimando el hombro, sufriendo junto
a los que les han dado la oportunidad de vivir sin estrecheces económicas gracias a la ley que les ampara y que ustedes mismos redactaron a su medida.
Con
todas sus memeces están haciendo méritos para que el congreso sea asalto y no sólo
rodeado. Y tómense este escrito como quieran, pero lejos de ser una
amenaza, su intención no es otra que la de advertirles de lo que se respira en
el día a día de la población que ustedes, lamentablemente, tienen olvidada.
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